jueves, 17 de julio de 2025

Mi pequeña gran Hanna

No sé si llegaste por azar o por destino, pero tu presencia fue como un arcoíris que aparece sin explicación… y deja color incluso cuando se va.

Corriste por mi vida como quien sabe que el tiempo es breve, pero suficiente para amar sin condiciones. Gracias por recordarme que la compañía puede ser pura, sin expectativas, sin máscaras.

Entendías mis silencios, sabías cómo habitar mi tristeza. Me mirabas sin juicio, entendías mi alma como quien reconoce el viento: sin palabras, pero con certeza. Gracias por enseñarme que el amor no necesita lenguaje, guardiana de mis emociones. 

Tu mirada era hogar; tu cuerpo, refugio; tu existencia, un regalo que no sabía que necesitaba. Y aunque te desvaneciste, no te has ido: sigues en mis pasos, en los rincones donde el dolor se vuelve suave, en los momentos donde el cielo se abre sin razón aparente. Hoy eres la brisa que acaricia sin tocar, color que pinta para siempre mi memoria.

Te amo, Hanna…por lo que fuiste, por lo que sigues siendo en mí: eres más que presencia, eres símbolo de amor.. Aunque tu cuerpo ya no está, tu energía sigue entre mis pasos, en el color que aparece sin explicación, en el instante en que sonrío sin saber por qué.

Y si alguna vez el cielo se nubla, miraré hacia donde el sol toca la lluvia… allí estarás, saludando y corriendo entre los colores: libre, feliz, como siempre fuiste... y tú leerás en el reflejo que se creará en las lágrimas de mis ojos, que te sigo llevando conmigo a donde quiera que vaya.



lunes, 14 de julio de 2025

Con amor, desde mi invierno

Respetando las estaciones de mi alma, aprendiste nuevos ritmos. Sin exigir deshielos y sin quemarme, me acompañabas. Sin crepitaciones ni explosiones, dejaste huella.

Mi sol frío, desde que las nubes llegaron a cubrirte, no sé si estás lejos o sólo contemplando en silencio. Pero aun en esa incertidumbre, hay una certeza que no se apaga:  sé que existes para brillar.

Hoy te escribo para agradecerte por haberme elegido incluso en la versión más sombría de mí; por haber sabido esperar a que el alma despierte.

Hoy te coloco en mi altar emocional como fuego que nunca se apaga. Y si algún día el frío regresa, ya no tendré miedo de buscar calor…  porque tú me enseñaste que el abrigo puede venir sin palabras.

Gracias por estar y por ser.

Yo también he querido cuidarte… aunque a veces la forma en la que lo hago sea desde mi propia nieve,  desde mi constancia imperfecta...pero siempre sin exigir que seas sol de verano.




Alas hechas de raíces


Mi Ánimus es la columna que sostiene las alas de mi Ánima. Lo convoqué, y ahora sé que el agua fluye entre las piedras, que mi vuelo será más alto si confío en mis raíces.
Mi Ánimus es tierra estable para mis emociones errantes; estructura para mis sueños dispersos. Me ha enseñado que mi fuego no arde para quemarme, sino por impulso creativo...porque quiero construir, derribar muros, ensuciarme las manos.
Mi Ánimus es raíz, martillo y guardián del impulso que me lleva a crear mi mundo con mis propias manos. No vino a salvarme como un príncipe, ni a encerrarme como una torre. Me ha dicho que, cuando desnude la fragilidad con la que me vestí para ser elegida, seré libre.
Mi padre no fue brújula, fue viento...y se fue. Ya no quiero entenderlo, ni culparlo. Quiero aceptar que su ausencia fue parte de mi historia, pero afirmar que ya no tendrá el derecho de ensombrecer mi futuro. Su partida me dolió como piedra en el pecho, pero también me enseñó a hacer de mis costillas arquitectura sagrada.
Hoy sé que el amor no siempre llega como promesa cumplida: aveces llega como vacío que me empuja a crear lo que no me dieron. 
Mi corona se deshizo en cenizas, mi castillo de silencios se derrumbó, mi príncipe se fue y quizás no vuelva nunca...pero estoy a salvo en mí misma, soy arquitecta de alquimias. Encendí una vela en la casa que antes se sentía vacía, sigo escribiendo lo que aún no se me ha dicho. 

 

miércoles, 9 de julio de 2025

La plegaria rota

Recuerdo, luego existo. Sobrevivo a base de recuerdos y por la esperanza de un reencuentro cuando toda esta guerra ilógica termine. Me mantiene con vida el amor de mi amado, que fue tan vasto y tan pleno que me alcanza a través del paso del tiempo y aún contra la distancia.

Me molesta lo tonto de las preguntas que me hago a mí misma… como: ¿le seguiré gustando así de flacucha, sin mi cabello, que tanto él elogiaba? Cuando me raparon, me sentí más desnuda, más expuesta y más vulnerable que cuando el soldado se apropió de mi cuerpo. Aún no lo nombro en voz alta. Muchas de nosotras no lo hacemos. Algunas por miedo, otras porque hemos aprendido a sobrevivir también en el silencio.

Perdí las hebras que trenzaban mis memorias...recuerdos de mi abuela acariciándome la cabeza, de mi madre peinándome para el colegio, una escuela hebrea donde recitábamos el Alef-Bet al iniciar el díadonde nos enseñaban no sólo aritmética, sino también a bendecir el pan, a escribir con cuidado nuestros nombres en hebreo. Mi madre me colocaba un lazo azul en el cabello, decía que el azul era el color de la fe. Quisiera tener un lazo azul aquí al que aferrarme.

Y también están los recuerdos de mi amado, colocándome el cabello detrás de la oreja para darme un beso, despeinándome sólo con el afán de hacerme enojar. Cuando me raparon, sentí que me arrancaban no sólo mi cuerpo, sino también los momentos más hermosos de mi vida.

Caí en cuenta de dónde estaba realmente: enjaulada a kilómetros de mi hogar, destinada a sentir el hambre quemándome la garganta y a ver a mi madre trabajar a marchas forzadas, muerta de cansancio y con heridas que no sólo duelen en la carne, sino más allá, en la dignidad.

Lo que más me enoja es que, cuando los nacionalsocialistas llegaron, no creí que fueran tan malvados como decían. Yo vi la bondad en uno de ellos, defendiendo a uno de nuestros niños. Fue un gesto breve, casi humano, y quise creer. Creí que había suficiente bondad como para que se transformara en la fuerza que rompería los hilos de esclavitud que sujeta aquel titiritero loco. Me equivoqué. No era compasión, era cálculo. No van a cambiar.

Hoy sólo tengo fe en que alguien, quien sea, termine todo esto, para que podamos salvarnos a nosotros mismos, como lo hemos hecho tantas veces en la historia.

Antes de dormir, murmuro una plegaria rota a Yahvé. No recuerdo toda la oración, pero sus palabras aún abrigan mi alma:“Adonai, escóndeme bajo Tu sombra, líbrame de la espada cruel, guarda mis huesos y los de mi madre, hasta que la justicia vuelva a caminar entre los hombres.”



domingo, 6 de julio de 2025

Ni Dios en mi último suspiro

 

Me conoces bien, la paciencia no es mi fuerte... pero esperaré, porque tu amor transfigura mi esencia: es alquimia pura, es la rebelión silenciosa que me salva.

Esperaré a que dejes en el pasado a aquella niña malcriada y egoísta que fui. 

Esperaré a que, con los brazos abiertos, recibas todo el amor que tengo para darte. 

Esperaré a que el miedo se vaya cuando haya reconstruido tu confianza con mi lealtad, porque no hay heridas que no cure el amor sincero.

Esperaré por ti, porque vale la pena esperar por lo que vale la pena tener.

Lo único que te pido es que si decides regresar, ya no te vayas más...porque una vez que vuelva a estar en tus brazos, nada me llevará lejos...ni Dios en mi último suspiro podrá separarme de ti. 

Porque eres ese adiós que nunca podré decir, porque hay llamas que ni con el mar...

Porque existe el vino y el amor, es cierto, tú me demostraste que sí.

Porque te amo, porque no he dejado de pensar en ti un solo día...porque cada uno de mis latidos quiero entregarte.  


viernes, 4 de julio de 2025

La noche del umbral

En la noche del umbral me fui como humo sigiloso entre mis huesos heridos y mi mirada lejana. Floté encima de mi cuerpo cuando el mundo ardió abruptamente. 

Fui mi propio umbral, mi refugio, entre las sombras perversas que se cernían sobre mí. Inhalé profundo, porque seguir viva, dolía...el aire impregnado de miedo ardía más que el fuego. Sobreviví de la única manera que podía: ausentándome.

Pero ahora, desde la tierra firme, me despido de la que huía de su propio cuerpo para protegerse. Le digo "Descansa, guardiana. Yo nos salvaguardaré ahora. Gracias por tu valentía silenciosa"...y la guardo en un lugar sagrado de mi pecho. Mi voz es ternura feroz, mi palabra es bálsamo. 

Ya no hay cuchillos invisibles que mi voz no pueda frenar como un escudo. No es necesario que vuelva al campo de batalla para sanar la herida: basta con honrarla, nombrarla, y permitir que cicatrice en un espacio seguro, desde una voz que aprendió a decir “yo” sin pedirle permiso al miedo.

Esa noche mi alma tembló, pero no se quebrantó. Regresé por mí, tejí cada fragmento con hilos de ternura,  abracé mi temor,  y me dije: “ya no estás sola”.

Esa noche él intentó acabar conmigo. Las lágrimas saltaron de mis ojos, y sus manos estrujando mi garganta no me permitieron pedir ayuda...pero un grito de guerra se gestó en mi pecho. Mis ganas de vivir rompieron todos los cerrojos y traspasaron los callejones. Mi dolor pintó una estela sobre las calles nocturnas que me llevó a casa...de regreso a mí.




miércoles, 2 de julio de 2025

Mi alquimia


 Tal vez algún día el viento te lleve consigo el aroma del incendio que purificó mi alma...en el que ardieron las palabras no dichas, las culpas, los fragmentos de mis viejos dolores. Anduve a través del incendio que provoqué, aceptando mis actos...perdonándome. Permití que lo que dolió se elevara y se disolviera en humo. Hoy puedo nombrar al abismo sin miedo, mirarlo sin que me devore.
Al verme a los ojos, sabrás que la llama de mi alma no se ahogó en la cera de mi pasado deshecho: el amor en todas sus formas transformado, sigue siendo mi verdadera luz. Hallé en la compasión y la lucidez lo esencial.
Quizás el fuego te contará que una tarde me dijo: "Deja de aferrarte a las ausencias, habitate a ti...eres tú tu compañía leal y eterna." En la oscuridad descubrí que no vine a este mundo para esperar regresos, ni para aferrarme a los naufragios. Vine para arder y renacer.
He amado en silencio, tratando de callar el crepitar de mi corazón...hoy, con los brazos abiertos y el alma erguida, dejó salir la luz suave del recuerdo que ya no duele. Me permito amar aún en el desprendimiento...pues me hace daño seguir abrazando cenizas.
El verdadero amor, por más herido que esté, no sabe de revanchas...no me pedirá arder. En mí, el amor ha dejado de ser espera y se ha vuelto raíz.
Hoy elijo no quedarme en la orilla de lo que fuimos, sino bendecir el mar donde alguna vez fuimos llama compartida.

Gracias por haber sido mi faro y mi tormenta.
Hoy soy tierra firme. Soy quietud. Soy vida crepitante. 










Entre ecos de suspiros antiguos

Mi amado Edmond:

Te pido que intentes leer mi carta desde una ira sosegada por la ternura y la compasión, desde un dolor que se vuelva lágrima y no espada. Te suplico que le permitas a mi susurro de sinceridad llegar a ti en medio de este vendaval...que cada una de mis palabras abran con luz las ventanas selladas en tu interior.

Siento que han pasado vidas enteras desde que te vi partir con los ojos llenos de mar, anhelando aventuras que renovaran tu alma...pues hoy en tu mirada leo que algo murió contigo aquella noche. Sé que te volviste de piedra para sobrevivir al dolor, sé que mi nombre fue tu brújula... y nunca esperaste que fuera tu naufragio también.

Debes saberlo: yo también fui enterrada en vida, Edmond. En el nombre del deber, en la cárcel de lo que creí correcto, y con una culpa que nunca escogí. No pretendo justificar mis decisiones, sólo abrazarme porque nunca te olvidé, ni en los rezos más amargos ni en las madrugadas más largas...y cuando descubrí que seguías con vida gracias  a una sed de venganza, el aire se tornó denso como cuando el mar anuncia tormenta, y comprendí que la calma que había cultivado todos estos años no era más que una tregua con el dolor.

Necesito que sepas que tu nombre fue mi ancla y mi naufragio, que te he amado de todas las formas posibles: en la esperanza, en la pérdida, en la distancia que hay entre los mares. Y hoy, al verte, entendí que también puedo amarte en el silencio.

Tú volviste siendo otro hombre; yo también soy una mujer más fuerte, más quieta. Y sin embargo, frente a ti, vuelvo a temblar como la joven que creía que el amor bastaba. Dime ¿De qué estamos hechos ahora, tú y yo? ¿Somos la misma carne herida por otras manos, o tan solo reflejos sobrevivientes de un amor que alguna vez creyó ser eterno e inquebrantable ante cualquier ola bravía? 

Tengo fe en que al verme tan digna, rota y renacida sientas un orgullo tan grande que aplaste de una vez por todas a la desconfianza.

Te pido que que lo amado no se pudra en la memoria, que la pus de nuestras heridas no lo manchen, que las sombras no reclamen lo que sobrevivió...que el fuego de un posible reencuentro no nos destruya, sino que nos transforme. Si este amor ha de sobrevivir, deberá ser deshecho y rehecho en la llama de la verdad, nacer después de la combustión de lo viejo.

Mírame con los ojos limpios y dime ¿De verdad es necesaria tu venganza? Te he dicho ya que mi peor condena fue el haberte perdido.

No te escribo para reclamar un lugar en tu vida...sólo para decirte que, donde sea que el destino nos coloque, mi alma siempre reconocerá a la tuya… como se reconocen las estrellas aunque la noche cambie. 

Te sigue amando

-Mercedes





martes, 1 de julio de 2025

Floreciendo en las ausencias

Es cierto: 
tú quitaste la nieve de mis hojas 

cuando el invierno arreció sin tregua, 

y evaporaste la lluvia que me ahogaba 

en una primavera que no sabía florecer.

Pero las raíces que se aferraron bajo tierra, 

las ramas que no se quebraron, 

y los brotes que se atrevieron a nacer 

—valientes, tenaces—son míos.

Sobreviví, 

incluso cuando creí que no volverías jamás. 

Crecí desde la grieta, 

abrazando el eco de lo que no volvió,

como si fuera mi canto propio.

Y hoy no soy eco, ni espera callada:

soy brote que en su canto florece, 

presencia que ama y no desaparece.

Convierto el abandono 

en abono sagrado.

Así que no me uses como refugio temporal

si no sabes quedarte a construir hogar.

Aún cuando el dolor de tu ausencia no termina

decido volver  a empezar.





Mis venas se vuelven relámpagos

No soy hotel de paso en tu deambular

no soy carretera  durante tu viaje errático. 

Ni enfermera personal de tus heridas auto provocadas. 

No soy estación de tu pasión fugaz, 

soy del corazón fortalecido, un latido tenaz.  

Así que si vienes, que sea sin prisa

porque el fuego en mí se eterniza.

No soy eco, ni sombra prestada,

soy raíz viva… soy voz encendida.






Lo más preciado que tengo

Te amo con la verdad que arde,  con la llama que aún no aprende a pedir permiso.  Siempre atesoraré lo que vivimos. El primer beso que te dí...