No sé si llegaste por azar o por destino, pero tu presencia fue como un arcoíris que aparece sin explicación… y deja color incluso cuando se va.
Corriste por mi vida como quien sabe que el tiempo es breve,
pero suficiente para amar sin condiciones. Gracias por recordarme que la
compañía puede ser pura, sin expectativas, sin máscaras.
Entendías mis silencios, sabías cómo habitar mi tristeza. Me
mirabas sin juicio, entendías mi alma como quien reconoce el viento: sin
palabras, pero con certeza. Gracias por enseñarme que el amor no necesita lenguaje,
guardiana de mis emociones.
Tu mirada era hogar; tu cuerpo, refugio; tu existencia, un
regalo que no sabía que necesitaba. Y aunque te desvaneciste, no te has ido:
sigues en mis pasos, en los rincones donde el dolor se vuelve suave, en los
momentos donde el cielo se abre sin razón aparente. Hoy eres la brisa que
acaricia sin tocar, color que pinta para siempre mi memoria.
Te amo, Hanna…por lo que fuiste, por lo que sigues siendo en mí: eres más que presencia, eres símbolo de amor.. Aunque tu cuerpo ya no está, tu energía sigue entre mis pasos, en el color que aparece sin explicación, en el instante en que sonrío sin saber por qué.
Y si alguna vez el cielo se nubla, miraré hacia donde el sol
toca la lluvia… allí estarás, saludando y corriendo
entre los colores: libre, feliz, como siempre fuiste... y tú leerás en el reflejo que se creará en las lágrimas de
mis ojos, que te sigo llevando conmigo a donde quiera que vaya.









