Respetando las estaciones de mi alma, aprendiste nuevos ritmos. Sin exigir deshielos y sin quemarme, me acompañabas. Sin crepitaciones ni explosiones, dejaste huella.
Mi sol frío, desde que las nubes llegaron a
cubrirte, no sé si estás lejos o sólo contemplando en silencio. Pero aun en esa
incertidumbre, hay una certeza que no se apaga:
sé que existes para brillar.
Hoy te escribo para agradecerte
por haberme elegido incluso en la versión más sombría de mí; por haber sabido
esperar a que el alma despierte.
Hoy te coloco en mi altar
emocional como fuego que nunca se apaga. Y si algún día el frío regresa, ya no tendré
miedo de buscar calor… porque tú me enseñaste
que el abrigo puede venir sin palabras.
Gracias por estar y por ser.
Yo también he querido cuidarte…
aunque a veces la forma en la que lo hago sea desde mi propia nieve, desde mi constancia imperfecta...pero siempre

No hay comentarios:
Publicar un comentario