Soñé contigo y desperté sonriendo. En mi sueño, me despojaba de toda mi armadura, de todas mis defensas, para que pudieras verme completamente. Parpadeaba varias veces al verte, sin poder creer el tenerte frente a mí...la verdad, también en un intento de coquetería. Y te abrazaba con fuerza, no con una fuerza ávida o angustiosa como la última vez que te abracé, sino con una alegría tan inmensa que no cabía en mí.
"Te extrañé mucho" decía, sabiendo que esta vez habías llegado para quedarte. Cerraba los ojos para sentirte más, para verte con el corazón, y me sentía plena. Nos besábamos, y se encontraba tu pasión con mi ternura, peleaban hasta que aprendían a danzar al mismo ritmo. Entonces sabía que nunca había sentido tanto amor y deseo por la misma persona, sabía que el ágape y el eros realmente no eran del todo opuestos. Y reíamos del pasado que tanto un día nos dolió. Reíamos, porque sentíamos esa cosquilla extraña que se siente cuando pasas el dedo por una herida que por fin ha cicatrizado.
Te sueño, y eres el único al que sueño. Es que eres el hombre de mi vida, de mis vidas.
Sé que sonará extraño, pero fuiste cuando más lo necesitaba un padre para mí: me cobijaste con dulzura, murmurándome al oído que todo estaría bien; toleraste mis rabietas, por más irracionales que fueran; me regañaste, y a la vez perdonaste mis múltiples equivocaciones; me guiaste, me inspiraste a seguir tus pasos...pero también creíste en mí, en mis capacidades para construir mis propios sueños, en mi fortaleza para sobrellevar las dificultades de la vida. No fueron cuidados paternos convencionales: fueron sólo los que Dios en su amor perfecto podría dar.
Después, desde mi adolescencia algo fuera de estación, has sido mi mejor amigo en todo el mundo, mi cómplice de travesuras, mi compañero de risas fáciles y de vida compleja. Has sido el primero al que quiero contarle todo: cada miedo, cada error, cada alegría, y cada acierto. Eres mi rinconcito del planeta en el que encuentro toda la seguridad y confianza.
Y en mi adultez, que por fin llegó, eres el hombre con el que me encuentro todas las noches en mis sueños, al que cubro con mil caricias pintando tu lienzo interno. Despierto deseando que mis labios tengan cientos de sabores para que a tu espíritu aventurero le sea suficiente, y te quedes a explorarme, descubrirme y conquistarme cada día. Te quedes, como que se queda una mariposa posada en una flor que es especial, aunque haya ya estado en otras mucho más fragantes y delicadas.
Eres el hombre que más deseo en todos los sentidos:
Deseo tu compañía en el asiento del copiloto, o del conductor, no importa mientras vayamos hacia donde ambos queremos. Quiero que compartamos la vida, las experiencias, las travesías dentro y fuera de nuestra mente.
Deseo tu voz, ya sea en una risa que busca eco o en una queja estresada, y tener las palabras y los silencios justos para acompañarte.
Deseo tu piel en mi piel, tu mano en mi mano, tu boca en mi boca...pero sobre todo: tus ojos en mis ojos, porque con miradas hemos hecho el amor de la forma más directa, más profunda en un lugar donde los cuerpos ya no son barreras para que las almas se embriaguen en un abrazo.
Pero ¿Sabes qué es lo que más deseo? Saberte feliz, pleno, tranquilo. Saberte sabiéndote inmensamente amado.
Si para eso es necesario que tu anillo enlace su dedo, y que crucen el océano a una nación que no se esté desmoronando como la nuestra, que así sea. Guardaré en mi corazón bajo llave el anhelo de que me lo pidas a mí con una gomita azucarada como lo hiciste tantas veces, pero esta vez rodeados del vuelo anaranjado de las monarcas. Renunciaré a decirte "Acepto lo que sea, todo lo que venga, siempre que sea contigo" mientras veo en tus ojos fundirse el atardecer en el mar. Me resignaré a no poner en la lista de la compra tu innecesaria carne de res, y viviré mi vegetariana vida en un departamento lleno de gatos porque el destino así lo quería. Me casaré con mi profesión, y mis únicos hijos serán los personajes de mis novelas...te juro por mi madre que no estoy intentando chantajearte ni presionarte, la espera me hace bien, no sería en balde en ningún posible escenario.
Sólo quiero que sepas que mi sueño no estaría completo sin ti, más me valdría cambiar de sueño y esperar a una próxima reencarnación. Y que lo sepas en mi voz, en mi letra: pase lo que pase con nosotros en un futuro, tú fuiste, eres, y seguirás siendo el hombre de todas mis vidas.