lunes, 25 de marzo de 2024

El reloj de péndulo

 El péndulo repite de forma obsesiva que el tiempo avanza para no regresar…el tiempo, encarnación de todo, excepto de Justitia. Y el péndulo dorado oscila, tirado hacia abajo por la fuerza gravitatoria de la Tierra…la misma que obliga a mi abuela a postrarse en una cama: sus vértebras tendrían que no estar rotas para que pudiera hacerle frente.

Después de tantos años, el reloj de péndulo sigue colgado en la misma pared. Nadie se ha atrevido a moverlo de lugar, pues sabemos que las imprecisiones provocadas por el balanceo descontrolado, lo harían enojar. 

Antes de adquirirlo en la Ciudad de México, mi abuela amaba bailar y salir de paseo. Ahora que vive con él no puede, porque es un esclavista: en la casa, pone a todo el mundo a trabajar; con sus brazos esqueléticos señala hacia dónde hay que correr, mientras él solo permanece sentado observando detrás del cristal. Desde su rincón en las sombras, de espaldas al sol, te observa tan detenidamente que terminas mirándole también, aunque no quieras.

No es bello: es demasiado alargado, desproporcionado...del grosor de una hoja de papel. Pese a su verdadera nacionalidad, su estilo es vienés: tiene surcos y relieves que yo definitivamente quitara de su diseño, pues acumulan polvo y no cumplen su propósito de ser ornamentos. Este reloj está cargado de presunción, no debería tener cabida en un hogar iluminado, hospitalario y acogedor.

Su rostro es tan severo como el de un general, pero no sabría qué hacer si tuviera que liderar. Pareciera que no tiene corazón, pese a que puedes escuchar sus acelerados latidos si prestas atención. 

No me gusta: mi abuela debió de conseguirse uno que se enredara en torno a su mano, para que ella pudiera seguir escalando montañas y metiendo los pies al mar. Cuando se lo dije, ella me contestó que está satisfecha con su reloj soso y antiguo:

“El tiempo no perdona, ya no puedo ser una trotamundos. Ahora que estoy inmovilizada, pienso mucho en las carreteras que recorrí, en mis viajes de juventud. Pero… ¿Sabes qué es lo que también extraño? Extraño sentarme en la sala, a ver historias aburridas (porque no son nada comparadas con las mías) y tomar café, con mi compañero silencioso.”

En ese momento sólo estuve de acuerdo con una palabra: silencioso. Ese viejo es silencioso, excepto cuando menos lo esperas. El alma aventurera de mi abuela se cansó de la prisión en la que se convirtió su cuerpo, así que está abandonando la cama. Sólo un sonido lastimoso interrumpe el llanto de la familia entera: es la campanada de las doce, un alarido por su final.




Nirvana onírico

Este sitio es tan etéreo, que aún con los ojos cerrados se sabe que es un sueño: se trata de un campo, donde el césped es verde estridente, como si los ángeles hubieran desintegrado esmeraldas para espolvorear los fragmentos sobre él. Además, está perfectamente podado y libre de zarzas. 

Monet o cualquier otro impresionista se fascinaría al observar tales paisajes; Debussy o cualquier otro pianista compondría una de las más bellas melodías transformando la imagen en coloridos sonidos.  

Los girasoles estiran sus largos cuellos para observar el cielo nítido con cansada alegría. Su avidez alimenta la soberbia del áureo astro, por eso los baña con su luz. 

No muy lejos, muchos sonrosados tulipanes bordean el sendero mientras el viento se lleva su canto silencioso. Las mariposas aplauden conmovidas con su aleteo. 

El encargado de la percusión es el riachuelo, pues en su acelerada quietud produce un rumor aterciopelado. La brisa desprendida de él, es un sutil arrullo que suena a su propio ritmo…suave como una caricia materna en la mejilla. Sin embargo, guía al viajero onírico hacia una cascada circular, una boca en el centro de la tierra que engulle cualquier cosa que entre en ella.

En medio del vacío, se erige una montaña, y en la cima de ella, alguien ha edificado una casa rústica. Los rosales del jardín han crecido al punto acariciar la chimenea. Pese a su rugosidad, las paredes de piedra provocan el impulso de tocarlas, ya que deben estar gélidas y húmedas. En contraste, el tejado desprende una vista abrasadora

Las ventanas son pequeñas y no permiten que la blancura del día entre en su totalidad; así que la puerta doble, entreabierta por el viento, sólo permite divisar suelo de madera. En el centro de todo el movimiento, de toda la gravedad y el agua tirando hacia abajo, se observa un instante de quietud: ese hogar irradia la misma serenidad y misticismo que la muerte. Permanecer en este sueño eternamente sería un descanso para la mente y el alma.




martes, 19 de marzo de 2024

Arcadas


 Anhelo la nada. Estoy llena de ilusiones y desencantos; de besos y de despedidas; de relatos familiares y noticias de última hora. Por eso escribo, porque necesito vaciarme. Porque ya me cansé de ser el punto en el que convergen tantas historias, historias de las que sólo fui un personaje secundario, o hasta terciario. Estoy rellena de las decepciones de mi madre, de los sueños inconclusos de mi padre, de los arrepentimientos de mi hermana. Estoy rellena de fantasmas y ausencias, porque nunca aprendí a echar el cerrojo cuando alguien sale tras la puerta. Mis exs vuelven cuando quieren, se me meten por los ojos, la boca, los poros de la piel y empiezan a crecer en mi útero, empujando mis entrañas. Sé que para ellos sólo soy eso: un vientre de traspaso, el nido en el que empollan hasta que se sienten (más o menos) listos para emprender vuelo otra vez al mundo adulto de impuestos e infidelidades.

Estoy rellena de sangre, de moretones que nunca se formaron porque la mano se alzo en el aire sin aterrizar en mis mejillas, pero que duelen aunque no se vean. Estoy rellena de vergüenza por la vez que me oriné en la jerga, por mi declamación fallida de "El gato negro", por el beso indebido que faltó a la honestidad. Estoy tan rellena de pasado que no puedo respirar. Mi familia dijo que tapara las grietas con cemento y eso es lo que hago. Estoy tan rellena de pasado que siento que voy a reventar. No veo un futuro, pero así estoy bien. No veo un futuro, pero no importa: no lo quiero, no hay espacio para él.

jueves, 7 de marzo de 2024

El árbol del viajero


Quisiera ser un árbol para ser el hogar de muchos seres vivos por décadas, nunca migrar: simplemente cambiar con las estaciones aquí, en mi lugar.

Sería divertido escuchar las conversaciones atareadas de las hormigas, y observar todo desde mi silenciosa quietud.

Qué bonito sería echar raíces debajo de una casa en la que preparan café de grano, en la que abundan las risas aunque la gente entre y salga con prisa. ¿Y sabes qué sería aún más bonito? Nutrirme de la tierra, crecer y crecer...para brindarte sombra cuando regreses a casa después de todos tus viajes.

Creo que seríamos buenos vecinos ¿No te parece? Pienso que podrías sentarte en mi regazo mientras el viento acaricia mis ramas; y con ellas, yo a ti los cabellos. 

¿Sabes? Como varios pájaros cantores han venido a parlotear, la música ha perdido parte de su encanto...pero sé que escuchar tu voz contándome tus aventuras sería una buena canción de cuna. Y ¿Quién sabe? Quizás tú también aprenderías algo si vieras el cielo desde debajo de mi copa, con sus colores cambiantes. 

Me gustaría ser un árbol, porque así tú me plantarías cuando apenas fuera una ramita con un par de hojitas y me regarías con esmero... así, no importaría esperar en tu patio delantero, aún si corriera el riesgo de que te enamoraras más de Japón o Dubai o Venecia...y no volvieras.

No importaría, porque si regresaras y vendieras las maletas, yo sabría que sería para retomar los hábitos familiares de carpintería y construir una casita en mis ramas más fuertes...una casita llena de risas sinceras, como la tuya.

No importaría cuán larga fuera la espera, porque yo sabría que el final de la historia sería acompañarnos en las arrugas.

Lo más preciado que tengo

Te amo con la verdad que arde,  con la llama que aún no aprende a pedir permiso.  Siempre atesoraré lo que vivimos. El primer beso que te dí...