Mi querido Conde de Montecristo, mi amado Edmond Dantès...te escribo mientras mi vela se va consumiendo, mientras mis ojos cansados se habitúan a la incertidumbre nocturna, pero siento que mi alma está tan renovada por una nueva luz que bastaría para alumbrar cualquier rincón en la Tierra.
Bendita locura el saber que recibiste mis últimas cartas, que las tuviste en tus manos y que tu mirada se posó en cada palabra...este milagro hace danzar aún más mi corazón de por sí habitualmente atolondrado.
Te percibo apagado, distante en tus respuestas...y eso me abate. Quisiera seguir siendo tu refugio, el pergamino en el que desahogas tus disputas con los mercaderes, el abrazo en el que tu ira se desfoga en frenesí...perdona mi atrevimiento, pero es que te he extrañado horrores, cada recoveco de mi cuerpo añora el tacto de tus manos frías, la dulzura desprendida de tus manos curtidas.
Pero ya hablaremos en otra misiva de mis añoranzas, puedes tener el sosiego de que todo transcurre con calma y normalidad aquí. Después de mi desengaño con Fernand, me he vuelto más recelosa y, por lo tanto, más solitaria. Ya no me complace cualquier compañía después de nuestro reencuentro, cualquier presencia es insulsa si no se trata de la tuya...prefiero estar a solas conmigo misma, con tu recuerdo que siempre me acompaña con calidez.
Todo está en orden, sólo me inquieta tu bienestar. Quisiera tener la certeza de que eres dichoso, de que tus viajes son venturosos. Preferiría saberte desbordado por el amor de Haydée, aunque eso extinguiera mis vagas esperanzas de retomar nuestra historia, que percibir un dejo de aflicción en tus letras.
Espero equivocarme y que te encuentres maravillosamente. Espero equivocarme, aunque eso signifique que ya no sé leerte tan bien como antes.
Le pido a Dios que te guarde en tus travesías, y que ahora que la justicia nos ha colocado a todos donde debemos estar, en tu isla y en tu corazón reine la calma.
Yo seguiré siempre aquí, en Marsella, porque fue el sitio donde te conocí, donde amé y perdí al hombre dueño de mi corazón, mi cuerpo y mi mente. Seguiré siempre aquí, como el puerto que te recibe con los brazos abiertos en cada desembarque.
Tuya en esta vida y en todas
-Mercedes Herrera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario