Te
soñé cerca. Te soñé tocable.
Te soñé hogar. Te soñé como el lugar donde mi miedo podría descansar.
Fuiste la promesa rota
del calor que no quema,
del amor que no hiere.
Tú no sabías que, por historia heredada, nací con alas de cristal quebrado.
No sabías que mi infancia fue manchada por manos que no sabían amar.
Nunca te lo expliqué...pero por eso temblaba en tu abrazo.
Aún así, levanto mi mirada y clamo:
Aun con las alas rotas, traté de elevarme.
Perdóname por caer.
Nunca dejé de mirar al cielo.
Quiero que sepas que mi amor, aunque torpe, fue verdadero. Y que mi deseo de amar sin repetir el daño es, quizás, más valiente que cualquier vuelo.
Acaricio la tierra y te susurro:
Tal vez, mi amor vino a enseñarte que no siempre se alcanza a las estrellas, pero que cualquier instante es bello para aprender a caminar.
Quizás, tu amor fue en mi vida una semilla...una promesa sin estación, un latido sin cuerpo...que aún pulsa.
No voy a pedirte que bajes:
Tú, eres fuego que aún está aprendiendo a encarnar al hombre; yo, flor que aún no abre.
Ya no te pediré amor; ya no suplicaré por redención a unos ojos que no desean verme.
Me incorporo, y me abrazo:
Confío que aquí en mí misma, en esta ceniza fértil, podré echar raíz y sanará mi cuerpo.
Confío en que mi voz perderá el miedo, y crecerá mi deseo de amar distinto.
Comienzo a caminar lentamente. Sé que ya no puedo mirar atrás, así que ya sólo agradezco cómo alumbras mi proyectada sombra...cómo me has ayudado a trazar mi silueta en el mundo.
Gracias por ser mi Sol, aunque no seas mi tierra.

No hay comentarios:
Publicar un comentario