He amado hasta quebrarme, pero no me he roto. He aprendido a contenerme aún llena de grietas.
Mi cuaderno de dibujos incompletos y monstruos ya no va a dominarme, voy a defenderme de ellos y a aprender a pedir el amor que merezco. He sido niña en brazos ajenos, amante sin escudo, pero hoy me reconozco como la que no necesita ser escogida para tener valor.
Quiero encarnar lo aprendido: quiero ser hogar para mí. Me despido de esta primavera marchitada, no voy a dejar que defina quién soy.
Me he descubierto en el espejo del Otro, pero ya es tiempo de tomarme entre mis manos y moldearme. Me despido de esta tristeza de verano, de esta rosa que no puede echar raíces y florecer por la presión del hilo rojo. Elijo el silencio donde antes gritaba.
Esta cruz de madera astillada se desintegra, y me deja ver lo que realmente es la Luz. La sostendré para iluminar mi propio camino y el de otros cuando las noches de otoño lleguen.
No necesito de un bastón para andar, sólo mirar la guía que intenta darme la luna. Hoy sé que todo lo que viví me pertenece, pero ya no me domina ni direcciona mis pasos. Miro hacia atrás para reconocer mi historia, pero siempre consolidándome.
Yo soy la sabiduría que brota después del invierno: por fin he llegado a mí.
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