miércoles, 24 de abril de 2024

La realidad es mejor que la nostalgia


Las horas tristes se han ido porque las lágrimas corrieron por el desagüe y los fantasmas se marcharon con un portazo. Los recuerdos domados se conviertieron en puentes.

La primavera comienza a dar espacio al verano, y ni quién recuerde ya al invierno ni a sus vientos sollozantes. Los árboles balancean sus copas reverdecidas y los pimpollos dan saltitos intentando alcanzarlos; los animales racionales e irracionales se rinden ante el arrebato de sensualidad que evocan las partículas chocando contra las partículas. 

Nuevas canciones son escritas porque los poetas no pierden la esperanza ni el hambre de cambio. Quizás los políticos corruptos dan espacio a nuevos políticos igual de corruptos, pero hay un despertar en la gente: el nuevo pueblo ya no se deja mangonear, toma las calles, revuelca consciencias en las aulas, abraza la hermandad.

El alpinista ha recobrado fuerzas, y ahora sus pisadas son más firmes en las recién descubiertas montañas. El Papa ríe leyendo las parábolas rancias de la Biblia. El ratón Pérez se lleva los dientes de leche, y las encías de Cesarín reciben al cosquilleo con paletas de hielo.

Hay un despertar a la vida, al presente, a la justicia. La humanidad ya tiró al cesto el dicho ese de "Los tiempos de antes eran mejores", nuestro lema y nuestra brújula ahora es:

Hagamos los días presentes y futuros mejores.

 

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