jueves, 25 de abril de 2024

Buenas noticias en un mundo de mier....

 
Cambiar el mundo suena abrumador ¿verdad? Suena a una labor demasiado grande para un individuo, o sea, para ti. 

Guerras, terrorismo, migración, calentamiento global, inflación, discriminación, pobreza, hambre, desempleo, impunidad, corrupción, dictaduras, enfermedades y pandemias, destrucción, analfabetismo, pederastia, ecocidios...sí, la lista es larga; hasta pareciera interminable. Son problemas tan complejos que incluso nos cuesta tener una imagen mental de ellos; o por el contrario, es tan nítida que nos causa escalofríos y dolor de estómago.

Te entiendo, no te juzgo por no ser un activista vegano zero waste filántropo que domina el lenguaje de señas mejor que nadie. No te juzgo si sigues consumiendo productos de origen animal, si generas más residuos que la media, si apenas y tienes fuerzas para levantarte a tu jornada laboral en un empleo que odias...o si ni siquiera te alcanzan para eso. 

Sé que scrolleas en tu celular meme tras meme, short tras short, y que cuando aparece una noticia ni siquiera el titular lees completo porque estás demasiado cansado de tu propia vida como para abrirle la ventana a los horrores de allá afuera. 

Sé que te sientes solo, insignificante, inútil. Sé que has sido rechazado, golpeado, escupido, violado. Sé que sientes miedo y estás cansado de sentirlo. Sé que tus heridas duelen tanto que hay días en los que has pensado en acabar con todo con tal de ya no estar dentro de tu cuerpo y tu mente, de ya no soportar el peso de tus cadenas. 

Sé estas cosas porque las he vivido, porque soy como tú. A veces el día a día también es un martirio para mí...a veces los pensamientos suicidas regresan. En cuatro días se cumple un mes de mi más reciente y último (espero) intento de acabar con mi vida. Mi mamá creyó que estar sentada a las 4 a.m en el IMSS, tomando carbón activado y observando a señores de la tercera edad moribundos me haría recuperar las ganas de vivir...en realidad fue al revés: una parte de mí tuvo sus dudas de ya estar muerta y en el infierno, porque no tengo pruebas pero tampoco dudas de que el infierno sea muy diferente a las clínicas públicas.

Sentada ahí, con la boca llena de lo que tenía textura y sabor a tierra, sólo pude maldecir a Dios por crear un mundo así de cruel y de doloroso, y echarnos a vivir a él con nuestro egoísmo, nuestro miedo, nuestra locura para lastimarnos entre nosotros.

Entonces miré a mi madre, sujetando mi mano con su mano venosa, con sus ojos anegados en lágrimas mirándome como si fuera lo más valioso en el planeta. Y escuché a un enfermero conversando con una paciente, de pie junto a su cama, aunque llevara quién sabe cuántas horas de acá para allá. 

Mi madre logró convencer a la doctora en guardia de dejarnos ir a casa. Y ahí ví a mi perrita de diecisieste años durmiendo placidamente, y suspiró dulcemente al sentir mi tacto en su lomo. Y releí los mensajes de texto de mi novio, con palabras de comprensión y paciencia, sin juicio. 

Ese día confirmé que el mundo es un lugar oscuro, más parecido a los círculos de Alighieri que al Edén, y que el tan prometido paraíso quizás no existe allá arriba, y que quizás a la auto destructiva humanidad no le alcance el tiempo para construirlo en este plano físico. 

Pero también aprendí algo nuevo: el amor sí existe, es imperfecto, muy distinto a lo que pintan en las películas y los libros, pero es real. El amor puede ser una herramienta poderosa para sanar aunque sea un poquitito el dolor del mundo...de una persona. 

Te tengo buenas noticias: con aliviar el hambre, el cansancio, el dolor, la soledad de una sola persona, es más que suficiente. Eso aparentemente insignificante que haces todos los días significa más de lo que crees. Lo que haces es suficiente, quien eres es suficiente. 

Estoy orgullosa de ti porque sigues aquí, y estoy orgullosa de ti porque nunca te rindes, porque no has perdido del todo la fe en que, esa persona que te mira desde el espejo, puede ser y estar mejor, puede hacer un cambio en el mundo cambiándose a sí mismo.




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