domingo, 17 de agosto de 2025

Tal vez nunca

Tal vez nunca sabrás que cuatro años después volví a la capilla de Jesús Nazareno; y que, sin poder desviar la mirada su martirio plasmado en cera, no pude evitar pensar en sacrilegio que fue mi traición para tu amor fidedigno, para tu completa entrega. Vi tu dolor en su dolor, y mi plegaria fue Por favor, te lo ruego...no me permitas volver a hacerle daño jamás.

Tal vez nunca sepas cuánto me duele el haberte lastimado, que es algo con lo que debo vivir cada día, que el recordar la inocencia que no pude salvar, es mi tormenta interna y mi propia condena cotidiana.

Tal vez nunca podré decirte que la culpa me carcomió desde esa noche hasta ésta, que mi sueño se ha turbado con pesadillas en las que veía tus lágrimas caer incesantes, tu cuerpo devorado por llamas de autodestrucción, los anhelos de vivir en tus ojos apagarse.

No puedo pedirte que me perdones, porque ni siquiera me atrevo pedirle piedad al Creador. Sé que no tengo derecho a pedirte una segunda oportunidad, ni siquiera comprendo por qué Él continúa dándomelas...trato de convencerme a mí misma de que lo hace porque tiene fe en mí, que conoce mi propia alma mucho mejor que yo, y que sabe que cada día estoy aprendiendo un poco más de mis errores. Necesito sentir que alguien aún cree en mí...especialmente cuando tú ya no estás para decirme  ¡Cree en mí! ¡Cree en el yo que cree en ti! en mis derrotas de todos los días.

Cuatro años después tengo respuestas, sí...sé que fui un perro herido mordiendo a la mano que lo alimentó cuando la inanición lo estaba desvaneciendo, sé que la ambición de un amor desmedido y egoísta me llevó a cambiar tu cálida luz por el fulgor helado de treinta malditas monedas de plata. No me bastan las respuestas humanas que recibo cuando pregunto ¿Por qué? ¿Por qué lo hice?, pero las sigo pidiendo porque el silencio de la capilla me mata cuando me inundan las dudas...¿Y si Él tampoco lo sabe? ¿Y si el Creador también se equivocó, y la ausencia de su voz también viene de la inmensa culpabilidad?  

Sigo orando, cubriéndome el llanto con las manos, qué pensamiento tan desolador es pensar que le estoy pidiendo redención al reo con las cadenas más pesadas...qué desesperanza me inunda al pensar que Él está más condenado que yo a la eterna recriminación, y finalmente al implacable olvido.

Por eso te lo sigo pidiendo una y otra, y otra vez, a ti: Perdóname... aunque tú me respondas que por favor ya no lo haga, y yo sé que es porque te estoy haciendo una petición que por primera vez no sabes cómo cumplir. Te lo sigo pidiendo, aunque tú respondas que ya está todo perdonado y enterrado en el pasado...y yo sepa que, lo que en realidad deseas desterrar, es a mí y a todo el dolor que sigo implicando. 

Tal vez nunca lo sepas...pero nada me destroza en tantos pedazos, al punto de no poder reconstruirme,  como la consciencia de que mi nombre sigue siendo una herida abierta para ti. 





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