miércoles, 15 de mayo de 2024

Lo cotidiano y lo extraordinario

Me han dicho que soy un mar de contradicciones, y yo no pienso debatirlo. Para empezar, porque no tengo argumentos en contra, y obviamente uno no va a la guerra sin municiones; y para seguirle, porque tampoco siento la necesidad de defenderme ante un señalamiento que no es un insulto.

¿Qué problema o novedad significa una contradicción más en este mundo de incoherencias? Mis contradicciones no matan a nadie…creo; en cambio, los designios de Dios, que parecen más ocurrencias que planes, están manchados de horrores...y, aun así, yo no lo veo consiguiendo un abogado para presentarse en los millones de juicios destinados a encarcelarlo.

Me levanté tarde para el trabajo, pero admito que no por culpa de estas cavilaciones, sino porque soy una pésima madrugadora, pese a que he seguido las indicaciones del psiquiatra al pie de la letra…más o menos. Yo digo que estos retrasos se deben a que mi cuerpo se la vive dormido, y dice “Estamos más cómodos en esta cama que en el auto, la silla de la oficina, el parque en el que paseamos al perro, y definitivamente, más que en la cocina en la que quemamos hasta la avena”.

Lo que mi cuerpo no sabe es que necesitamos ganar dinero para que siga comiendo esas tortas de milanesa que tanto le gustan, y que tanto me hacen sentir culpable porque implican sufrimiento para los animales y para mi cartera. Así que lo obligo a ponerse en acción, pulso todos los botones para que abra los ojos, se quite las telarañas, y viva el mismo día una y otra vez.

O me obligo a mí, porque ese flojo nada más se desparrama frente al escritorio mientras yo hago facturas y escucho quejas de los pacientes por la tardanza de los médicos en atenderles; intento, casi siempre sin éxito, obligarme a estudiar el temario de esa materia tediosa…

Y me asombro con los marcianos de Octavia Butler, quienes con su inofensiva apariencia de bicho o planta esclavizan a nuestra civilización; o me hago compañía con los ciegos inmortales de Saramago, que pelean entre sí porque la humanidad no sabe hacer otra cosa; o me aferro a la idea de que el amor puede perdurar a través de las décadas y la distancia, como lo hace el de Florentino y Fermina…hasta que suena el teléfono con un pitido de urgencia.

Tengo que contestar: puede que se trate de una mujer gestante, con intenciones de que la estadía de su hijo, al menos en el útero, sea agradable, y no sólo llevadera como acá afuera; quizás sea un hombre, con verrugas que desea que desaparezcan antes de su cita romántica; o tal vez, del otro lado de la línea sean los miembros de una familia entera, hablando al unísono en búsqueda de una respuesta que no puedo darles “¿Por qué el abuelo tiene cáncer?” “¿Qué hacemos para que se cure?”

En pocas palabras, esta es la no tan aburrida vida de una NPC. Al menos, se está en paz…más o menos.



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