miércoles, 29 de mayo de 2024

Recibir a la Parca con los brazos abiertos

La mayoría de las personas en situación de calle deambulan y pernoctan afuera de las tiendas de conveniencia, las iglesias y los jardines del centro histórico, por lo que llama la atención que, para las instituciones y para las autoridades municipales pasen desapercibidos. Pese a que el INEGI señala que la población total de San Juan Del Río es de aproximadamente 2,368,467 personas, y que en el informe de 2022 realizado por el CONEVAL se señaló que el 36% vive en condiciones de pobreza, no se han publicado cifras sobre quienes viven su día a día en las calles. Tampoco hay un albergue establecido las 24/7, los 365 días del año: las instalaciones del C.E.C.U.C.O, con la capacidad de proporcionar refugio a entre 150 y 200 personas, se utilizan sólo en temporadas de frío intenso. 

También, "El Güero" quien suele descansar su pierna malherida afuera del OXXO del Jardín de la Familia, ha confirmado mis sospechas: ante esta tercera ola de calor en el año, ningún miembro de
Protección Civil se les ha acercado para proporcionarles víveres, como sueros, abanicos, gorras, bloqueador solar, o sombrillas: "A veces me topo con gente de buen corazón que me regala una botella de agua o unas monedas, pero de quienes me han ayudado hasta ahora...no he visto que ninguno trajera en la ropa el triangulito azul ese". Cuando le platico que en la capital del país desde el 12 de mayo se inició la instalación de 8 puntos de hidratación - carpas con surtidores de agua para auxiliar a la población vulnerable- su única respuesta es una sonrisa triste y torcida.

Le cuento al Güero que en San Juan estamos alcanzando temperaturas de 35 a 40 grados centígrados, suficientes para que las personas tengan un golpe de calor. Él no se muestra sorprendido, pero tampoco dice saber de ningún caso "Nadie se ha desmayado por aquí, pero sí andamos más enojones, cansados...el calor trae cosas muy malas, como las enfermedades de la panza...imagínate andar con vómitos y diarreas y no tener baño". Al Güero ya le tocó, y al no poder ir al médico porque el Seguro Popular sigue en reconstrucción, ha tenido que convencer a los empleados de mostrador en las farmacias para que le vendan antibióticos sin receta. ¿Para la diabólica también compra sus medicamentos así? "No, esos no los compro...no alcanza y esos no duran ni pío".

Yo sigo con preguntas sobre los golpes de calor, pero no logro insistirle mucho más con el tema, porque su respuesta me deja atónita: "Te voy a ser honesto: no sabría qué hacer si empezara a sentirme como mencionas - mareado, desorientado, con un dolor de cabeza muy intenso - creo que preferiría que me ignoraran si estoy desmayado o convulsionando...ya no confío en nadie, hasta los que están como yo me han robado. En los apagones me sacaron las monedas del vaso". Le explico que, de no ser atendido, correría el riesgo de morir. Y por vez primera en toda la entrevista, el Güero deja de observar a los mariachis y me mira de frente, y sus ojos de cascada espumosa parecen un río limpio y cristalino:

"Ya no me importa. Estoy en paz conmigo mismo, con Dios...claro, sigo agradeciendo un día más, pero cuando llegue la Parca, la voy a recibir con los brazos abiertos."

miércoles, 15 de mayo de 2024

Lo cotidiano y lo extraordinario

Me han dicho que soy un mar de contradicciones, y yo no pienso debatirlo. Para empezar, porque no tengo argumentos en contra, y obviamente uno no va a la guerra sin municiones; y para seguirle, porque tampoco siento la necesidad de defenderme ante un señalamiento que no es un insulto.

¿Qué problema o novedad significa una contradicción más en este mundo de incoherencias? Mis contradicciones no matan a nadie…creo; en cambio, los designios de Dios, que parecen más ocurrencias que planes, están manchados de horrores...y, aun así, yo no lo veo consiguiendo un abogado para presentarse en los millones de juicios destinados a encarcelarlo.

Me levanté tarde para el trabajo, pero admito que no por culpa de estas cavilaciones, sino porque soy una pésima madrugadora, pese a que he seguido las indicaciones del psiquiatra al pie de la letra…más o menos. Yo digo que estos retrasos se deben a que mi cuerpo se la vive dormido, y dice “Estamos más cómodos en esta cama que en el auto, la silla de la oficina, el parque en el que paseamos al perro, y definitivamente, más que en la cocina en la que quemamos hasta la avena”.

Lo que mi cuerpo no sabe es que necesitamos ganar dinero para que siga comiendo esas tortas de milanesa que tanto le gustan, y que tanto me hacen sentir culpable porque implican sufrimiento para los animales y para mi cartera. Así que lo obligo a ponerse en acción, pulso todos los botones para que abra los ojos, se quite las telarañas, y viva el mismo día una y otra vez.

O me obligo a mí, porque ese flojo nada más se desparrama frente al escritorio mientras yo hago facturas y escucho quejas de los pacientes por la tardanza de los médicos en atenderles; intento, casi siempre sin éxito, obligarme a estudiar el temario de esa materia tediosa…

Y me asombro con los marcianos de Octavia Butler, quienes con su inofensiva apariencia de bicho o planta esclavizan a nuestra civilización; o me hago compañía con los ciegos inmortales de Saramago, que pelean entre sí porque la humanidad no sabe hacer otra cosa; o me aferro a la idea de que el amor puede perdurar a través de las décadas y la distancia, como lo hace el de Florentino y Fermina…hasta que suena el teléfono con un pitido de urgencia.

Tengo que contestar: puede que se trate de una mujer gestante, con intenciones de que la estadía de su hijo, al menos en el útero, sea agradable, y no sólo llevadera como acá afuera; quizás sea un hombre, con verrugas que desea que desaparezcan antes de su cita romántica; o tal vez, del otro lado de la línea sean los miembros de una familia entera, hablando al unísono en búsqueda de una respuesta que no puedo darles “¿Por qué el abuelo tiene cáncer?” “¿Qué hacemos para que se cure?”

En pocas palabras, esta es la no tan aburrida vida de una NPC. Al menos, se está en paz…más o menos.



jueves, 2 de mayo de 2024

Duelo

 Negación

¿Qué está pasando? Sólo debe ser Dios poniéndome a prueba, otra vez. Sólo eres tú, saliendo por la puerta con tus maletas, otra vez. Pero...¿Por qué? ¿Por qué estás dejando todos nuestros recuerdos fuera de ella? ¿Por qué no te los llevas? No importa. Sé que regresarás. Siempre lo haces. Nuestro amor es más fuerte que los errores que cometemos.

Con una ancha sonrisa, dices que has encontrado un nuevo amor, pero no me engañas: tus ojos me dicen que esto no es un adiós, sólo un "Hasta luego". Estás jugando conmigo, está bien...te dejaré divertirte. Yo esperaré, porque sé que volverás. 

La espera

He preparado para dos la cena, sé que quisieras fuera para tres...pero no puedo. Por favor, hoy déjale fuera. 

Me siento a la mesa, miro las flores que puse en el centro: son tus favoritas, espero te saquen una sonrisa. 

Me rugen las tripas, quizás no debería de mirar fijamente la pizza. Como acto medianamente involuntario, miro el reloj. Ya ha pasado media hora de la habitual de tu llegada, pero sé que vendrás. 

Me sirvo una copa de vino. Lo siento, sé que no te gusta que beba...pero quiero recibirte con una sonrisa.

Ya es pasada la medianoche, la copa de vino se convirtió en la botella completa. Lo siento.

Hay una mosca. Se está avorazando nuestra pizza, esa que tanto te gusta. ¿Por qué la estoy dejando hacerlo? ¿Por qué no vienes a matarla, a abrazarme? Tengo frío, me puse esa ropa que tanto te prende. ¿Por qué no vienes, amor? ¿De verdad estás feliz en ese otro lugar, con esa otra persona, como mi mente  y mi madre no se cansan de repetirme?

No. Seguramente te atascaste en el tráfico. Ya llegarás. Pondré las lámparas a media luz, y me sentaré aquí. No importa si me duermo, tienes llaves para entrar. Y seguro me despiertas con un beso.

Dolor 

Quiero vomitar. Tu suéter ya no huele a ti, apesta a suavizante de telas...y ya no me abriga. Trato de darme amor y calor por mi cuenta, no debo necesitarte ni para esto ni para nada...No puedo. Mis manos tiemblan, mi respiración es trémula, mi aliento se rompe en un sollozo, no en un gemido. 

Les he visto por la calle, tomados del brazo, entrelazando carcajadas. Qué injusta es la vida, que la confidencia tuya y mía se dio mediante el llanto...y a la que veo entre ustedes la forjó la ternura, la fantasía, la dicha...

Quiero vomitar. 

Descuelgo tu retrato de la pared, lo arrojó con todas mis fuerzas. El marco se hizo trizas, pero tu mirada burlona me acecha intacta desde el suelo. Quiero sacarme los ojos...pero aún cerrándolos te veo, les veo, en la negritud de la memoria.

A solas con tu fantasma

Nadie es capaz de verte, a veces ni yo...aún así, me haces compañía.

Extraño ver tu sombra junto a mi sombra en el pavimento, pero te encuentro en el perfume del transeúnte que pasó a mi costado para arrebasarme. Te encuentro en los bordes de mi subconsciente, cuando no tomo píldoras para dormir. Te encuentro en mi taza de café, cuando me descubro preparándolo como lo bebías tú. 

Aún lloro un poquito cuando suena tu canción favorita en la radio, y no me atrevo a cambiar de estación, pero...cada vez tu ausencia duele un poquito menos, la trazo y la coloreo con la imaginación. Creo que he aprendido, como le dijo el Tío Tacho a Panchito, a domar tu recuerdo.

El pasado traslúcido, el presente a todo color

Me compré un perfume nuevo: tiene un aroma a cítricos tan fuerte que dan ganas de comerse una mandarina, o de exprimirse un limón entero en la boca. Es tan penetrante que ya no percibo las lociones de los otros transeúntes. 

He estado corriendo todos los lunes, haciendo pilates todos los miércoles; y yoga, todos los viernes. En la noche caigo como un costal de patatas, y con una sonrisa de satisfacción en la cara.

Conocí a alguien en la que era nuestra cafetería. Me encontró leyendo Días sin ti de Elvira Sastre, y me preguntó mil cosas al respecto...no porque le gusté Elvira, de hecho, ni siquiera es afín a la lectura...pero le pareció un libro interesante, sólo por el hecho de interesarme a mí. También me preguntó cómo me gusta el café: le respondí que antes lo tomaba negro, con mucha azúcar...omití que ese mal vicio me lo dejaste tú, claro; pero le dije que ahora prefiero los frappés sabor matcha. Me ordenó uno, cuando me lo trajeron, arrugó la nariz haciendo una cara rarísima y yo no pude evitar soltar una carcajada. 

Reímos tanto que me dolió la panza... y me dí cuenta que no sabía cuándo había sido la última vez que lo había hecho.

Hoy me invitó a una fiesta con temática de los 70's, y aunque al final ya no me enseñaste a bailar...le dije que sí.

Cierro un libro, abro otro

"Días sin ti" fue sumamente especial para mí. Me ayudó a sobrellevar tu partida,  pero he querido empezar una cadenita de favores, y se lo he regalado a un viejo amigo que, por lo que leo en sus ojos, también perdió a un gran amor.

¿Te preguntas que leeré ahora? Bien pues..."Las vulnerabilidades" llegó a mis manos, fue un regalo de esa persona especial, de la que te conté la última vez. No es el tipo de lectura a la que estoy acostumbrada, pero estoy abierta a que sea una lectura maravillosa. 

En cuanto a esa persona: hemos desnudado nuestros pasados, abrazado nuestras heridas, contado nuestros lunares. Pensamos que podremos hacerlo funcionar. Yo creo en ello.

En cuanto a ti...sé que ya no quieres que sostengamos una conversación para despedirnos, pero está bien. Estamos bien:

Cuando planté rosales en tu pecho, coseché rosas. Y yo sabía que tendrían pétalos carmesí y espinas. Así me hirieron, así las amé.

Cuando te fuiste cien veces, te retuve sólo una...y cometí el error de asumir que volverías las otras noventa y nueve. 

Me diste noches buenas y noches de penas. Yo hice lo mismo contigo. Hoy, ya no nos tenemos el uno al otro, pero tenemos noches serenas.

Te amé, me amaste. El sol acarició mi faz y se marchó. Yo aprendí a vivir sin su caricia.

Mi vida, nada me debes. Mi vida, por fin estamos en paz. 






 

 



Lo más preciado que tengo

Te amo con la verdad que arde,  con la llama que aún no aprende a pedir permiso.  Siempre atesoraré lo que vivimos. El primer beso que te dí...