Un domingo de marzo llegué al número 95 de Río Conca, y de inmediato supe que era ella: en sus cuarenta que aparentaban treinta, delgada, no muy alta, poseía un rostro ovalado pueril…pero unos ojos sagaces, de halcón. Las mariposas de tinta azul, que se movían casi con vida propia en su brazo debido a la rapidez con la que estaba frotando los cristales ya impecables, se detuvieron en cuanto me vio en la acera.
La médico veterinario y ex
directora de Control Animal, Flor García Fernández, me invitó a entrar a su
consultorio, y de antemano, se disculpó porque sabía que en cualquier momento
llegarían los tutores de Sofí, la gata gris atigrada, e interrumpirían nuestra
entrevista. Le respondí que, siendo una persona tan ocupada, para mí era más
que suficiente con haberme recibido.
Me interesa saber qué cambios quería implementar en Control Animal, y por qué no se lo permitieron, le solté sin más rodeos. Me asombró que, en vez de rehuirme, sus ojos castaños me sonrieron, osados:
—Quería implementar un nuevo plan de trabajo, un programa de equilibrio poblacional canino y gatuno, que resolvería en tres años la sobrepoblación desbordada. La ciudadanía ya no puede absorber esa cantidad adoptando, así que los animales terminan padeciendo en las calles o en perreras y refugios, que no son más que centros de matanza.
Explicó que este plan replicaba una
estrategia aplicada en Argentina y Holanda, países que ya han resuelto el problema,
la cual consiste en esterilizar de forma masiva, gratuita, sistemática,
extensiva, temprana, y no excluyente.
“Para que no nos gane el número de
nacimientos con respecto al número de castraciones, tendríamos que esterilizar
al menos al 20% del total de la población, de manera constante a lo largo del
año.”
De inmediato citó el artículo
cuarto constitucional, y exclamó que, siendo la salud un derecho de todas las
personas, el gobierno tiene la obligación de realizar esterilizaciones por todo
el territorio y permitir que accedamos a ellas sin importar nuestra situación
socioeconómica.
“No puedes pedirle un certificado
de pobreza a la gente, discriminar a alguien que traiga un perro de raza, que
llegue en un BMW o en una Honda, diciéndole que no se le dará el servicio
gratuito porque él sí puede pagarlo.”
Añadió que, si la esterilización se
realiza a los tres meses, es más pronta la recuperación post operatoria y los
gastos en insumos se reducen, algo fundamental teniendo en cuenta que la
Secretaría de Servicios Públicos Municipales no asigna un presupuesto
específico a las unidades de Control Animal.
Del otro lado de la mesa quirúrgica,
vi su cuerpo tensarse conforme nuestra conversación se alejaba de los planes a
implementar, y se centraba en su experiencia dentro del antirrábico. Sin
embargo, habló con tal soltura y determinación, que sin dificultades podía
imaginarla diciendo eso mismo con un megáfono afuera de la presidencia
municipal.
—— El señor Vega me había prometido un terreno para construir otra unidad, porque la del centro se inundó y murieron varios perros ahogados; tampoco había espacio suficiente, se metían hasta diez animales por jaula; si bien les iba, eran dos perros en apenas un metro.
MMi bolígrafo se detuvo sobre el papel debido a su prolongada pausa. Detrás de sus ligeras gafas doradas, vi sus ojos humedecerse, pero ella no dejó salir ni una lágrima.
— —El interino no era médico veterinario, empleaba métodos inhumanos para matar escudándose con la carencia de Zoletil. Y mientras yo estuve a cargo…pues sí, lamentablemente llevé a cabo bastante matanza…cincuenta animales por semana. Anteriormente, cuando estuvo el médico Higuera, hacía redadas: iba a las comunidades, los subía a la camioneta, los encerraba por tres días…que es lo que marca la norma, por si aparece el tutor para reclamarlo…y posteriormente procedía a la…a la matanza. Él llegó a matar doscientos cincuenta animales por semana.
Ambas suspiramos con alivio cuando
los tutores de Sofí aparecieron en la entrada. De inmediato, se colocó el cubre
bocas y los hizo pasar.
Las paredes morado oscuro, del
mismo color que su filipina, estaban prácticamente desnudas de decoración. El
consultorio constaba de la mesa quirúrgica, un pequeño estante con
medicamentos, y ocho transportadoras. Era un lugar pequeño y sumamente limpio,
lo que me hizo recordar una de sus aclaraciones al hablar del aspecto extensivo
de las esterilizaciones “No vendría mal una unidad quirúrgica móvil, pero en
todos lados hay escuelas, casas ejidales…así que, cuidando la sepsia, se pueden
llevar a cabo casi en cualquier lugar”.
Cuidadosamente sacó a Sofí de la
transportadora, hablándole por su nombre y en un tono neutral, de la misma
forma en que deberíamos dirigirnos a los niños, sin subestimar su entendimiento.
Sofí no quería pasar de los brazos de la doctora a los de la pareja.
— —Ya no nos quiere, por operarla.
— —Se le pasara el enojo, en el fondo sabe que fue por su bien.
Les dio indicaciones sobre la
alimentación a seguir los siguientes diez días y respondió sus dudas respecto a
las vacunas. Justo cuando estaban despidiéndose, llegó el tutor de una perrita
pitbull. Flor García tiró de ella sujetándola por los codos, pues se negaba a
salir de la transportadora, probablemente porque aún la anestesia surtía
efectos en su peludo cuerpo.
— —Así: así es como debe hacerlo para que…no se le vayan a abrir los puntos.
En cuclillas, la médica la sostuvo
horizontalmente, colocando una mano bajo la corva de las patas delanteras; y la
otra, bajo sus patas traseras. Cuando trató incorporarse, los cuarenta y tantos
kilos del pitbull la llevaron hacia enfrente. A punto de caer de bruces, el
tutor reaccionó y las sostuvo a ambas. Flor les acompañó y les ayudó a subir a
la camioneta. Regresó, se reacomodó en una coleta el cabello rizado, se quitó
el cubre bocas, y volvió a la carga conmigo:
— —Hay médicos que, sobre todo después de pasar por Control Animal, ya lo ven como algo natural: los enfilan, inyectan, inyectan…ya anestesiados los pasan en una carretilla para llevarlos a donde les pondrán la sobredosis…matan mecánicamente. Creo que yo no podría perder mi sensibilidad.
— —Entonces ¿En ningún momento durante su profesión deja de ser doloroso emocionalmente sacrificar a un animal?
— —¿Y cuándo es por eutanasia, cuando ya no quedaba nada que hacer?
— —Sobre todo, es difícil cuando ya es un paciente que has tratado mucho tiempo, que diagnosticaste, que lo viste desde su medicina preventiva…generas un lazo con el animalito.
Señaló que la conexión es distinta
con cada paciente; que, como con las personas, hay más química con unas que con
otras. Pero aclaró que, aun siendo pacientes de sólo unas horas, se puede establecer
una comunicación telepática con ellos. Le pedí imaginar que nos dirían los
animales si se expresaran verbalmente:
—
Desaparezcan
del mundo— Susurró, echó a reír, y después llevó su mano hacia su barbilla,
dejando ver unas uñas cortas y muy limpias—¿Qué nos dirían…? “Sean más animales,
pero no irracionales. Vivan sin envidias, sin pelear por razones ridículas, por
cosas absurdas, sean más como nosotros, su vida será más sencilla”.
Añadió que, en realidad, ella quiso
estudiar medicina humana, pero que las campañas de castraciones, que lleva ya
ocho años realizando, han ayudado también a las personas.
— —Por campaña, opero unos veinte. No es operar por operar, generar números para decir “Yo como sociedad civil operé en el año…mil…” Los animales no son números, son seres vivos. El servicio debe ser más personalizado, y las asociaciones no deberían llevar la batuta porque le quitan responsabilidad al gobierno, están haciendo su trabajo.
Procedió a recordar como en la
pandemia por Covid 19 las autoridades difundieron masivamente información
básica, para que acotáramos sus indicaciones; Flor García considera que,
al ser la sobrepoblación
canina y gatuna un problema global, como una pandemia, el gobierno debería
propiciar una cultura de cuidado animal. Por eso ella promueve el Programa
de Equilibrio Poblacional diariamente en sus redes sociales Solución Ética a la Sobrepoblación Canina y
Felina.
“Quiero que sea un efecto cascada, que las
entidades vean que sí sirve y lo copien…que se expanda por todo México.”
Finalmente, me atreví a
cuestionarla:
— —¿Cómo le gustaría ser recordada tras morir?
“Quiero ser recordada como una
médica veterinaria y ciudadana que nunca se rindió para lograr el objetivo de
generar una mejor vida para los perros y gatos, y la comunidad, toda.
Especialmente no pienso rendirme en concientizar a la ciudadanía, en decirle
que es nuestro derecho pedir que se implemente una política pública que cuide
la salud de todos.”

No hay comentarios:
Publicar un comentario