Las estaciones vienen y van, dejando surcos en mi piel y en mi memoria. Cada vez soy un lienzo con más pinceladas y brochazos sin sentido, pero me siento igual de ilegible que uno en blanco.
Sigo siendo inútil.
Mi cabeza sigue siendo un enorme globo de helio, aunque algunas personas hayan llegado a pensar que era un panal de abejorros.
Sólo soy una silueta, formada por trazos que no son míos.
No puedo perseguir ninguna estrella fugaz, mis calcáneos son frágiles desde el día en que intentaron ahogarme, mis manos están encadenadas al pasado.
Así que cierro los ojos, tomo una bocanada de esperanza...al menos en mi imaginación soy libre. Es irónico, porque justo es mi mente quien me encarceló en primer lugar.
El horizonte está sonrosado bajo las caricias de las palmas del sol...te ruego, Dios: dame la fuerza para escapar, e ir hacia él.
