Como si el amor no fuese, en este de mundo ya de por sí hostil, un milagro, aquí yace ultrajado sobre la acera.
Ni siquiera estaba del todo marchito, aún tenía mucha belleza para dar...pero, al parecer, no la suficiente para ojos desleales. ¿De qué sirvió entonces cortarle la vida, arrancarle de sus raíces? ¿Qué importó el hombro cansado del campesino para traerlo a la urbe? ¿Dónde quedan las ilusiones de quien lo obsequió? En el cesto, como si sobrara, como si estorbara, como si fuera un desecho...¿Por qué ni los recuerdos valen lo suficiente para ser conservados en la memoria?
Los ingratos apuñalaron al amor, y los románticos lo dejamos morir desangrado.
Es un espectáculo triste de mirar, pero ya nos rendimos.
Sólo queda decir:
¡Larga vida al odio, a la soledad!
¡Larga vida a la humanidad, la única especie que acaba con su propia bondad!
